Desde el insomnio,
un sueño despierto
es un umbral,
una puerta hacia el desierto,
una promesa de infierno o paraíso.
Otro reino a lo lejos:
un anhelo y un misterio.
Un sueño es despertar
y descubrirse en caravana.
Y toda entrada
o salida primordial
hacia el desierto
es siempre imagen palpitante
de tu cuerpo:
¿es espejismo tu comisura vertical,
el arco doble y almendrado de tus piernas,
la boca de tus vientos marinos,
tus ojos que al mirar me invitan
a salir de mí
para observarte
con más calma,
entrando en el delirio
que fluye cálido
y profundo
en la noche iluminada
de tu cuerpo?
Voy de mi sombra
hacia el resplandor solar
de tu presencia.
Tocar tu piel
es conocer la frontera
entre un mundo encandilado
y la noche
que llevas dentro.
La que de nuevo me ordena
como la llama al insecto:
ven.
Cabalgo en mi estatura dromedaria,
cabeza sin cabeza,
trote sin prisa
ni compostura,
como un sueño con sed
y sin aliento,
que parte en caravana
desquiciada.
Obedezco.
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Fotografía de Gabriel Figueroa Flores,
del libro Lugares prometidos, Artes de México, Colección Luz Portátil, 2006
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Fotografía de Gabriel Figueroa Flores,
del libro Lugares prometidos, Artes de México, Colección Luz Portátil, 2006
1 comentario:
Y descubrirse caravana es volverse a adentrar, y buscar en dunas los secretos, y encontrarse luz en tu reflejo...
Qué poema delicioso, cadente y pausado...
Gracias.
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