pero de pronto me
alegra,
que algunas de las cosas
más diversas que he visto
se hayan quedado en la memoria escondida
(la llaman en el manual "memoria integrada")
de una
cámara descompuesta.
Así hoy, al golpearla un poco
me
encuentro de pronto:
una pareja
de papel que se besa,
la ciudad de
Fes desde una terraza,
una mujer
desnuda quitándose para mí
el último arete,
mi jacaranda
bonsai
luminosa en la esquina de la escalera,
como diciéndome algo,
como diciéndome algo,
el cuaderno
de Samuel Beckett
donde anotó
la geometría perfecta de su novela,
la estatua alegre de Montaigne frente a la Sorbona
con la punta
del zapato tan manoseado que brilla
y que Lezama
Lima describió con precisión
sin haberla
visto nunca.
La enigmática
sonrisa de una diosa,
una mujer en
la calle con pan en la cabeza,
una bella
hilera de metates antiguos
que allá
llaman, claro, de otra manera,
el aula de
la Universidad del Cairo
donde una
duna entró por la ventana
mientras
daba mi conferencia
y mencionaba
otra duna,
una mezquita
de Damasco
con
geometría de espejos en vez de azulejos
en el cielo
del templo,
un minarete en punta disuelta
entre nubes que se borran,
entre nubes que se borran,
y el
minarete espiral de la más antigua mezquita
y madrasa
del Cairo,
un camello
bebé de ojos alucinados,
una noche,
en un pueblo
al sur de Ammán,
un velero navegando
erguido el Nilo
y un
elegante hombre de azul cuidando sus tres cabras.
En otra
calle,
un rebaño
bloquea completamente el paso,
y el pastor va en mulo
como una
isla en un mar de lana.
El paisaje
donde se erguía San Simón el estilita
y lo que
miraba desde lo más alto de su columna.
Ccon tres cuernos,
un animal mitológico de barro,
del siglo dos en China
un animal mitológico de barro,
del siglo dos en China
y una
verdadera lagartija voladora,
seca y lista
para comérsela,
hoy en un
mercado de HongKong.
En el mercado de Alepo
un soldado atiende una
juguetería
mientras
tres mujeres de negro y veladas
compran
brasieres coloridos en una carreta.
Un instante
de duda
al cruzar
las ocho esquinas de Shibuya.
Una broma de mis hijos
desafiando
los límites de la realidad
y la
representación,
frente a un
cartel
en el Museo
de Diseño de Tokio.
Y en un
aeropuerto, ya muy tarde,
toda la
familia descansando mientras los contemplo.
El
monasterio al fondo del abismo, en el norte de Líbano
donde Gibran
Jalil Gibrán aprendió a leer,
el camino
que recorría todos los días
y uno de sus
primeros dibujos,
con alas de angel rodeando una mano poderosa
que todo lo ve.
con alas de angel rodeando una mano poderosa
que todo lo ve.
Con plumas
no menos celestiales,
un ave
rarísima de antifaz amarillo
contempla a una
pareja enamorada de antifaz azul
que cambia
con el sol.
Tres hombres
conversando a la sombra,
en las
ruinas de Carnac,
como yo converso
con estos jirones de recuerdos
que un
aparato descompuesto me devuelve
y mi emoción
desenvuelve lentamente
esta tarde
que,
gracias a
los azares de la memoria
es hoy menos
gris
No hay comentarios:
Publicar un comentario