Inesperadamente,
como un trueno
callado
y un relámpago
que dura,
que se queda,
me despierta el
sol,
la luz
tocándome,
la ilusión del
día.
Como una
cabellera,
su resplandor
barre mi cara.
Despierto sin
despertar
hacia una
plenitud ajena
que me acaricia,
me absorbe,
me toma y se
vuelve mía.
Muy poco a poco
descubro
que es de noche aún
y eres tu,
siempre iluminada,
la que mece su
luz
sobre mi cuerpo
y en su oleaje me
lleva
mar adentro.
Muy adentro de
ti
en ti respiro.
No miro, ni
huelo, ni siento
sino el sabor
incinerante
de tu cuerpo.
Y no existe nada
más
sino volverme
esa luz
en tu fuego
consumida.
Despierto sin
despertar:
el sueño que en
mí sembraste
no sabe que no
es igual el cuerpo de la
noche que el del día.
_____________________________________
Una versión de este poema leída por el autor, aquí.
1 comentario:
Muchas gracias por echarle viento a mis poros, por permitirmereconocer que la sensualidad trasciende al cuerpo,
Publicar un comentario