A esa hora todo es nuevo
y se escucha claramente
lo que apenas se mira.
Ella, la luz discreta,
respira en la ventana
mientras crece.
La madrugada
canta su fuga
todavía en la penumbra.
Su aliento de luz,
su música,
toca un filo de tu rostro,
toca tu cuello
y sostiene tus hombros.
Tiende hilos delgadísimos
que ondula
para insinuar
el doble esplendor
de tu pecho,
de tu cintura,
del astro que despierta
en tus caderas.
La luz en ti
resuena inquieta
en todo mi cuerpo
y tu contorno leve,
danzante al despertar
da forma al día.
Sin saberlo me anuncias
y al hacerlo me confirmas
que el día será muy bueno.
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