Sorprenden,
al principio,
como fantasmas.
Son apariciones
se multiplican.
Caminas, avanzas
como sea y donde sea,
y ahí están.
Y ahí se quedan,
como si siempre
hubieran estado
y nunca se fueran.
son como espuma amoratada
incesantes oleajes verdes
detrás de ellas.
Y como el mar te hipnotizan.
Luego son gigantes
que aguardan
a la vuelta de la esquina,
donde menos esperes,
y si al mirate las miras
también te hipnotizan.
enormes pero fugaces
puentes,
escenarios,
perpectivas,
suelos color del cielo y viceversa.
Se apoderan de lo visible
y se te meten en lo invisible.
Una y otra vez
completamente
al suelo
como escamas moradas,
y renacen
arriba
como si nada.
Por unos días se regeneran
como mutantes embrujadas.
desde abajo,
te recuerdan
que su árbol brota
de heridas breves en el cielo,
levemente amoratadas,
y sus ramas se van ensanchando
hasta tocar el suelo
y hundirse en él.
parecen venas del cielo.
por las que corre una sustancia lila
que cada año se escapa aquí y allá,
como sangrado ritual de la diosa
que es cada jacaranda.
Climax
del ritmo alterado
del ritmo alterado
de su sangre:
cada ramo vivo en la rama.
desde arriba,
brillan más
y se multiplican.
Y lo vas sintiendo
por dentro.
y vemos a la jacaranda reflejada
en el río del cielo,
la casa que la rodea es barco
y ella oleaje abierto en esa quilla.
Las nubes, ramas secas.
Y la jacaranda
se abre como un sexo
o un vientre de la ciudad palpitante,
que por un momento,
antes que nada,
es una ciudad florida.
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Hoy están ahí y nos seducen. La breve aparición de las jacarandas en la ciudad tiene momentos de esplendor inusitado. Siempre hay quien no las mira o quien las odia. Pero quien aprende a amarlas descubre otra ciudad, compartible, fugazmente bella, admirable, florida.
(La foto final, “Mandala de jacarandas,” es de Estela Treviño.)
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Hoy están ahí y nos seducen. La breve aparición de las jacarandas en la ciudad tiene momentos de esplendor inusitado. Siempre hay quien no las mira o quien las odia. Pero quien aprende a amarlas descubre otra ciudad, compartible, fugazmente bella, admirable, florida.
(La foto final, “Mandala de jacarandas,” es de Estela Treviño.)
2 comentarios:
No se si reconozca la novela, "El Imperio de las Flores" del extinto zacatecano Severino Salazar. Va en este tono y atmósfera. Saludos.
No sé si reconozca la novela "El Imperio de las Flores" del extinto zacatecano Severino Salazar. Va en este tono a atmósfera. Saludos.
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