Pekín tiene en la luz
un río de asombros
amarillos.
Y tú, desnuda, multiplicas
la luz.
El sol dora los muros
y da vida a todo lo que
vuela:
la garza escapó del
abanico
cuando lo abriste
y se fue corriendo hacia
la sombra.
Brincaba entre islas de
luz
huyendo de tu mirada.
La garza aceleraba el paso:
su huella, su meneo,
su lance huidizo.
Su cuello dibujaba y
borraba
al ritmo de sus pasos
una S en el aire.
Por el hueco que dejó en
el abanico
el sol acariciaba tus
pezones.
Y ellos, como la garza,
decididos,
parecían querer volar.
Tu abanico aletea.
La garza agita el aire.
Y tú, vuelas lentamente
a hundir tu pecho en mí.
Las mañanas de Pekín
llenas de ti
son como un sueño
de garzas.
Y como la garza lo sabe,
al despertar escapa.
2 comentarios:
Me asombra no encontrar ningún comentario!. Nadie lee!!!!. No sé de poesía y me gustó. Saludos sr. Ruy S.
Un abanico abierto que danza en la inmensidad de un cuerpo luminoso, mientras una garza abanica con sus alas el sueño del amor.
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