Cuando una mano duda
entre dos libros,
arriba,
estrellas paralelas
se apagan
y se encienden
indecisas.
allá un volcán dormido
se despierta.
los ecos
del fondo sin fin
de los espejos
del universo
de las sutiles
fugaces
inesperadas
correspondencias.
La noche es piel adentro.
Y nuestras
constelaciones
brillan.
Una estrella fugaz
y de golpe
olvido.
Otra,
o la misma,
y recuerdo.
Un corazón se agita
y “la música del cuerpo”
se convierte en misteriosa armonía
de las estrellas.
Mi aliento se corta ante la amada,
cuando la leo.
Con las manos
Con los ojos,
Con la boca.
Cada cosa inventa
al asombro,
cuando amanece.
Letras nuevas nos pronuncian,
nos describen,
lentamente o de golpe,
de adentro hacia afuera.
Leer es sentir que tiembla.
Dejarse habitar
por la mano del mundo,
donde una intimidad inesperada
nos ata y nos lee
letra a letra.
en otro cuerpo
y otra vida.
Llevarla más allá
de sus fronteras.
Descubrir que somos más
de lo que el espejo nos dice.
Y menos también,
porque todo se mueve,
todo ondula
y cristaliza.
habitando la misma sombra.
Que el cuerpo obscuro
de cada letra
puede llevarnos
de su sombra
al claroscuro
del asombro.
miro por tus ojos
y tú por los míos.
Que cuando se cierra un libro,
lentamente,
todo en él escapa
y se multiplica.
Leer quema,
irrita,
enloquece.
Ilumina.
Quien escribe invoca al fuego,
quien lee lo enciende.
1 comentario:
Qué hermoso poema, Alberto. Y la versión experimental me deja girando las posibilidades!
Un saludo cordial y, como siempre, lleno de admiración.
Se disfrutan tanto tus letras!
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