Entró en mí como la marea,
una ola tras otra,
implacable,
el dolor.
Yo no conocía
esa crueldad.
Al principio pedía atención,
luego me la arrebataba y
después, en su delirio vociferante,
el dolor gritaba solo,
sin tomarme en cuenta.
De la muela a los ojos,
penetrante
como piedra en el estanque
de mi cuerpo,
se extendía
en violentos
círculos concéntricos.
Nada podía sacarlo.
Decidió que mi boca
era su casa y fue rompiendo
todo lo que encontró.
El dolor es un invasor
canalla.
El dolor no duerme,
se oculta para atacar.
Es carroñero:
ríe como hiena
y mira como buitre.
Adentro de mi, apesta.
El dolor carcome las ideas,
ahuyenta a la luz,
El dolor carcome las ideas,
ahuyenta a la luz,
vomita sus ácidos
sobre el esplendor
del mundo.
1 comentario:
Hay dolores que no matan, al contrario, fortalecen. Hay dolores que nos abren y desagarran para que de ahí salga la decisión de tomar la decisión de terminar con él. De una forma u otra. Valor es lo que queda tras el dolor ... o cobardía, que hace eterno el dolor.
Creo yo... que a veces me duelo me abro y me desgarro en el físico y en el pensamiento y me escondo del dolor y me asomo para ver si sigue ahí.
Publicar un comentario