viernes, 28 de mayo de 2010

ESE DOLOR

Entró en mí como la marea,
una ola tras otra,
implacable,
el dolor.
Yo no conocía
esa crueldad.

Al principio pedía atención,
luego me la arrebataba y
después, en su delirio vociferante,
el dolor gritaba solo,
sin tomarme en cuenta.

De la muela a los ojos,
penetrante
como piedra en el estanque
de mi cuerpo,
se extendía
en violentos
círculos concéntricos.

Nada podía sacarlo.
Decidió que mi boca
era su casa y fue rompiendo
todo lo que encontró.
El dolor es un invasor
canalla.

El dolor no duerme,
se oculta para atacar.
Es carroñero:
ríe como hiena
y mira como buitre.
Adentro de mi, apesta. 


El dolor carcome las ideas,
ahuyenta a la luz,
vomita sus ácidos
sobre el esplendor
del mundo.

1 comentario:

Peregrina dijo...

Hay dolores que no matan, al contrario, fortalecen. Hay dolores que nos abren y desagarran para que de ahí salga la decisión de tomar la decisión de terminar con él. De una forma u otra. Valor es lo que queda tras el dolor ... o cobardía, que hace eterno el dolor.

Creo yo... que a veces me duelo me abro y me desgarro en el físico y en el pensamiento y me escondo del dolor y me asomo para ver si sigue ahí.