viernes, 29 de octubre de 2010

LA PASIÓN: FÓSIL MUTANTE

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Soy las palabras,
las no dichas.
Las de sangre
en celo:
las de celos
que palpitan
en el silencio
de la noche.
Huella fósil
de una pasión,
un bicho.
Soy primitivo,
enamorado,
imaginario,
solar,
testigo,
irónico.
Soy mutante,
soy lo que miras,
y soy cada axolotl
en tu pecera
y fuera.
Amada
de agua
fugaz.
Mi estrella
huidiza.

Fósil de una especie de  axolotl.














Leo este poema, AQUÍ.

martes, 19 de octubre de 2010

EL ABEDUL ENTRE MIS SÁBANAS





Mi ventana al amanecer
se pinta de nieve: 
refleja la cresta de la montaña sagrada
convertida en sonrisa del cielo.
Porque el sol naciente,
detrás del horizonte,
alumbra de arriba a abajo
a la tierra y sus montañas.
Y yo me dejo llevar
por su resplandor
hacia el despertar del valle.
No hay nube que la cubra,
todas acechan,
y el frío va veloz por delante
marcando el paso al día,
pez adormilado
que canta en la corriente
mientras trata de brincar del sueño.

Van apareciendo otras montañas,
angulosas, quebradas,
muy altas también,
de roca agreste.
Se van apartando de la noche
las puntas perennes de los pinos,
con sus hojas innombrables
en ramas que son
como imán de agujas.

Y ahí es donde surge, de pronto
tu cabellera al viento,
de rubio y rojo otoñal,
contra el verde tenaz,
marcando incendio.
El abedul carcajada,
el abedul de fuego
que de todos los árboles en Banff
es el primero que se tiñe,
y será luego el primero que florece,
te trae a mí, al amanecer,
hasta mi cama.
Y mi sonrisa también
se refleja en la ventana.

Cierro los ojos y respiro
para llenarme de ti,
de tu presencia sorpresiva
entre mis sábanas,
y el abedul se mece al viento
lentamente en mi pecho.

Sus hojas firmes, rombos púbicos
nombran sin más tu sexo.
Y su corteza clara es
alba de piel
que a mi lado
despierta.
Y en ella se abren varias sonrisas,
todas verticales,
olorosas,
provocativas.

El árbol que te trae
ha sido poderoso siempre
en estas montañas.
Dicen que nació en la puerta del paraíso
y sus hojas protegían
a personas y a casas
de todo mal
y del inconstante destino.
Con ramas de abedul
se barre el aire
para limpiarlo de malos espíritus.
Con ramas de abedul
se azotaba ritualmente
a locos, ladrones y asesinos.
Y el arcángel de la muerte y los extremos,
el encargado de sacar del infierno
a las almas injustamente condenadas,
Azrael, era el señor del bosque de abedules,
como se llamaba al tercer cielo:
un bosque sin sombras
y de luz plateada.
También se tiene la certeza
que sólo en canoa de abedul
se puede remontar lo más bravo el río.
Y cuando los enamorados se regalan hojas de abedul
se están diciendo simplemente  te adoro, te deseo.
No dicen más:
el abedul color de fuego,
abierto, claro, tenaz,
sonriente y vertical,
posesivo,
dice el resto.

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El autor lee este poema aquí.








domingo, 3 de octubre de 2010

CARTOGRAFÍA DEL DESEO *
La canción de
El quinteto de Mogador



Muerde mis labios
y quédate en ellos
           como
los nombres del aire
en los labios del agua.

Tócame con la lengua
y arde cantando
          como
la danza del fuego
en la piel de la tierra.

Enciendo con mis besos
tu flor labial del deseo
          como 
La mano del fuego 
en tus jardines secretos.

Aire y agua, tierra y fuego:
puntos cardinales
del mapa amoroso del deseo.
Donde todo lo orienta y desorienta
su quinta esencia imantada,
a la vez maravilla,
duda y descubrimiento: 
el asombro

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*En los labios del agua se menciona esta canción, muy popular en Essaouira Mogador,  y de donde se supone que surgen los títulos de los cinco libros sobre el deseo, conocidos ahora como El quinteto de Mogador: 
  • Los nombres del aire
  • En los labios del agua
  • Los jardines secretos de Mogador: Voces de tierra
  • La mano del fuego 
  • Nueve veces el asombro



*Versiones experimentales del mismo poema convertido en Poesía concreta.

viernes, 1 de octubre de 2010

TOCO TU ESPALDA

Toco minuciosamente tu espalda
desde adentro.
Tu obscuridad
es la luz de mi sexo:
das sentido,
orientación,
a esta vida.
Antes, tu espalda me condujo
a la pendiente más pronunciada
de tu cuerpo.
Tu plenitud me llena.
Sostengo tus nalgas
con mis diez dedos separados
abriendo un poco más,
con terca suavidad,
lo que ya estaba en ti muy abierto,
y entro muy lentamente
con mi sonrisa
erecta, palpitante, ciega.
Ahí eres mi convulso universo
mi obscuro paraíso táctil,
mi búsqueda de ver dentro de ti
esta revelación extrema,
mi respiración intermitente,
saber y luego no saber
lo que es entrar en trance,
como la luna cada mes
hacia su esfera,
clara u obscura.
Pero mi ciclo lunar en ti,
siempre creciente, culmina
en el sol de tu sonrisa.
Toco tu espalda desde adentro
y tu obscuridad me ilumina.


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Foto de Martín Gavica, puesta en escena por Claudia Lavista para el libro Silencios, de Ana Belén López.

lunes, 6 de septiembre de 2010

WHAT MAKES A POET CLICK ?


ONCE
RESPUESTAS
SERPENTINAS
que se muerden la cola para ver 
qué hace al poeta de pronto 
descubrirse poeta




1. Sentir que el cuerpo es una casa llena de fantasmas.

2. Comprobar que nunca acaba el beso que incendia al
    mundo.

3. Pero también, de pronto, sentir el beso de la muerte.

4. Despertar dentro del sueño.

5. Mirar con otros ojos otras vidas.

6. Ser mirado con los ojos cerrados de la persona amada.

7. Entre la rabia y el asombro, saber insoportable el  
    aliento contenido, el silencio ante las injusticias del mundo.

8. Estar seguro, por un instante al menos, de que la magia
    de las palabras cambia al mundo.

9. Conocer la fiebre en la sombra cuando se vuelve voz y
    se vuelve viento.

10. Sentir en la boca un torbellino o la aguda presencia de
    la nada.

11. Dejarse navegar por el deseo como se lleva en la sangre
    una nave pirata.

sábado, 4 de septiembre de 2010

EL ADIOS DEL SAUCE


Algunas noches de otoño
las cosas dicen,
obsesivas,
todo lo que siento.

Una mancha de café
sobre el cuaderno.
Un lápiz sin punta.
El amuleto roto
que casi se extravía.
El reloj descompuesto.
El grillo nocturno
que no sé por qué
hoy se ausenta.
La lluvia indecisa.

La electricidad que se va
y me deja ciego
como una amada
que de pronto ama a otro.
Y hasta la luz del sol dura tan poco,
tan poco y menos cada día.

Mi reloj se atrasa
aferrándose al instante
de un ayer tan pleno.
Tu voz se aleja, decidida,
y va perdiendo
en mi cuerpo su eco,
su luminosa transparencia.
Tal como deseaste que ocurriera.

Aquel sauce
al borde del río,
que el viento agita
y el agua aquieta,
me dice en sus vaivenes
tus palabras, tus silencios.
El sauce dice adiós
mucho antes de irse,
o de ocultarme en la noche
su silueta.

Busco tu sonrisa
en el espejo del río.
Pero el sauce indeciso
mete la mano al agua
y lo rompe.

Con el aire 
que acaricia
mi rostro incierto
barres tu nombre
pero en el viento
un fugaz silbido,
terco y mal,
te deletrea. 


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*Caligrafía de Hassan Massoudy, doblemente apropiada para este poema:  Tiene la forma de una punta de rama de sauce agitada por el viento y dice: "¿Cómo meterme en los sueños de ella?" 

lunes, 16 de agosto de 2010

TUS LABIOS SON DOS PALABRAS

Las palabras
que te nombran
son más lentas
que la huella
del pellizco
o la mordida,
menos hondas
que la fuerza
de tus manos
sosteniéndote
de mi hombro
o de mi nuca,
apropiándose mi sexo,
acariciándolo.

Menos profundas
y agudas,
ciertamente,
que tu mirada
y que tus caricias.
Que tus huellas digitales
que me cubren.
Y son tan rudimentarias
las palabras como yo
mal descifrando atento,
en cada instante de tu cuerpo,
el bronco río cambiante
de tus deseos.

Las palabras
van llegando
a su ritmo,
tan pausado,
como la sangre
va entrando
en tus labios
vaginales,
dándoles esa plenitud
tan suave
que incita finalmente
a las palabras,
y les dicen
al vuelo:

Mariposa de carne,
orquídea apetecible,
alas de hada en brama,
halo almendrado de una santa hambrienta,
carnada de la más bella devoradora,
aura clara de una diosa oscura,
pliegue y pliegue abriéndose renacidos,
súbita mandorla de mis epifanías,
doble horizonte de mis navegaciones,
doble atardecer encendido,
doble doblez de mis mejores sueños,
extravagante duplicidad irrepetible,
sonriente amiga doble de mi lengua,
dos hojas libres de otoño aún en primavera,
guardianes dóciles y movedizos,
húmedos sacerdotes del jardín del gran goce,
texturas que orientan mis dedos de ciego,
nubes breves antes de la tormenta,
pan y pan saliendo del horno,
espejo deformado,
doble escalera al botón de sobresaltos,
puerta anhelada a mi underworld de maravillas:
donde Suave (a la izquierda) y Sabrosa (a la derecha)
vienen cada día a entregarme, divertidas,
tu embrujada invitación a enamorarme.

Pero tus labios vaginales
son también palabras
de otra lengua:
son ágiles, veloces,
gozosas, subversivas,
bellas y terribles,
espontáneas
y sinceras,
apetecibles
y comelonas,
graciosas
y siempre
a la expectativa,
dos que interpelan
y describen,
revelan
y protegen,
dos palabras elementales
y asombrosas
de fuego y aire,
de tierra y agua,
en tu boca vertical
y luego en la mía,
por ellas
irrevocablemente
poseída.
























Esculturas efímeras de Rosa Borrás hecha con pétalos de flores.
La segunda fue hecha en la presentación de la novela La mano del fuego.



lunes, 9 de agosto de 2010

EN LA NOCHE DE TUS MANOS


La noche que guardas en la mano,
la noche que abres para acariciarme,
me cubre como un manto navegable.

Voy hacia ti, lentamente.
En la noche,
el brillo de tus ojos me conduce.
Veo tu rostro en ese sueño.
Veo tu sonrisa.
Me dices algo que no entiendo.
Te ríes.
Entonces me lo explicas con las manos,
tocándome.
Dibujas tu nombre en mi vientre,
como un tatuaje,
con letras por ti inventadas,
que son caricias.
Voy hacia ti,
con infinita paciencia,
como si un inmenso mar entero
fuera la medida de este viaje.
Voy de la orilla de mi cuerpo al tuyo.
Tu sonrisa es mi viento favorable.
La noche en el hueco de tus manos
canta como el mar, con furia.
Llenas mi espalda con las huellas
de un oleaje que entra suave
y arañando se retira.

Entras en mis oídos
dibujando caracoles marinos:
dentro llevo ya tus tormentas,
tus ciclones,
tus abismos.
Tus voces bajan ya por mi garganta.
Entras también en mis ojos con tu mirada:
los tuyos tienen el color cambiante del agua.
Entras en mi pecho con el tuyo:
la piel protesta haciendo remolinos.
En la orilla más baja de mi vientre
tus caderas dejan,
una y otra vez,
la curva más violenta de tus olas:
bañas mis playas,
las golpeas y las devoras.
Tu espuma y la mía se mezclan,
como mis labios y los tuyos.

Tu cuerpo de agua canta.
Sus voces me llevan en su corriente. 
En la noche de tus manos
visito todos tus sueños.
Déjame contarte con las manos los míos.
------------------------------------------------ * Poema tomado de mi novela  En los labios del agua.