miércoles, 24 de septiembre de 2014

CRECE EN MI MANO



Aunque estaba lejos,
casi del otro lado del mundo,
hoy al salir el sol
despertaste conmigo.
La caricia que te había hecho,
dormida,
siguió creciendo en mi mano
como un jardín que florece.
Era algo más suave y fluida
que un hormigueo,
como una memoria de agua.
Tu cabellera 
entre mis dedos
cantaba
como una fuente
                                       tu sonrisa.
Entre mis dedos, tu cabello
era flor, era viento,
era una corriente hacia tus sueños
                                       más secretos.
Yo, tan lejos. 
Mi mano, tan cerca,
te navegaba sin despertarte
y sonreías semidormida.
La memoria de las manos es tenaz.
va por su cuenta.
Enamorada es, además,
rebelde y atrevida.
Ya con el sol entero
sobre el horizonte,
creció en mi mano 
otra caricia:
más encrespada
                               pero más suave,
más breve
                               y más arremolinada.
Mi mano, poseída
por la memoria de tu pubis,
dibujaba un círculo
en la textura de tus vellos.
En las yemas,
hilos de fuego se encendían.
Esa caricia
se volvió torbellino
                                y ya no fue memoria
sino presencia.
Tu olor,
moviéndose
como serpiente de agua,
devorándome
con su andar de enredo,
creció
y se quedó en mis dedos
todo el día.
________________________________________
Una versión de este poema, leída por el autor aquí 
________________________________________
Los cuerpos de los amantes tienen algunas partes visibles, otras intensamente invisibles. 
Y, en los momentos más insospechados, todo crece fértil en la piel enamorada como un trópico incontenible.



2 comentarios:

Mario Note Valencia dijo...

Es genial el ritual de saber y saberse, del delirio amoroso

Anónimo dijo...

Delicado, fino.