Despertar y
mirarte.
La espalda
desnuda,
los sueños en
ella
recorriéndote
pausados.
Cerrar los ojos,
para ir por tu
espalda
en tus sueños.
de arriba abajo,
muy abajo,
entre las
sábanas,
perdiéndome
lentamente,
orientado por tu
olor,
por el olor de un
sueño.
Despertar de
nuevo
y mirarte
desnuda,
soñando hacia el
muro
convertido por ti
en todos los
paisajes
de todos los
sueños.
Los míos se
detienen en tu espalda,
viajan en ella de
arriba abajo,
muy abajo de
nuevo.
Dormir y despertar tres veces,
cuatro tal vez.
Y ya nunca saber dónde termina
qué,
dónde comienzan los besos,
si aquí o allá me arañabas
suavemente la espalda,
si soñé tu nuca
o desperté besándola.
La continuidad de
los sueños
se apodera de
todos los deseos.
Una y otra
vez
despierto sin
despertar
y te beso sin
tocarte
hasta que una
sonrisa plena,
profunda,
me dice que logré
traspasar
esa piel de nubes
y al amancer
besarte en la
boca
de tus sueños.
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Los amantes que se miran dormir se ven
poseídos por el deseo de besarse hasta en sueños. Y algunos lo logran. O sueñan
que lo hicieron.
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Una versión leída por el autor en video, aquí.
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