Tú lo sabes,
es evidente el parecido.
Eres ahí 
mi ávida flor
y al evocarte intensamente
en tu olor te miro
abrirme
tu súbito esplendor 
más desnuda que la desnudez
e inclino mi devoción, mi sed, 
a los pliegues del amor
que anoche
para mí
en mí
has removido.
Pero,
¿fue sueño jardín,
el delirio floral
de conocerte
ahí, así,
en detalles 
y minucias?
Después lo sé:
amanezco 
pintado en ti,
en tu cabeza,
como tú en mí.
Y se alegra el cuerpo
más allá de mi sonrisa.
Catarata en la piel,
escalofrío.
Lo que se dijo sin decir
Lo que se dejó de decir
Lo que se tocó
minuciosamente 
con la mirada
duerme en efervescencia
y despierta 
lo que se anhela.
Esa flor del parecido.
Conocer con precisión
tu esplendor.
Se sueña, 
se espera,
se imagina, 
se reitera,
se reinica 
el recuerdo 
y el anhelo
se multiplica.
Y de pronto,
En tus labios,
la flor del querer,
otra 
y tal vez la misma
surge y se abre, 
en dos palabras,
alegra de otra manera,
apacigua.
Pero el sueño
reinicia.
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El cuadro: Pink Sweet Peas 2, 1927, de Georgia O'Keeffe.

 
 
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